P. José Luis Correa Lira
Otra vez vuelve Jesús a reprochar la falta de fe de sus discípulos. Le tocó el turno a Pedro, cabeza del grupo de los Apóstoles. Y la reprimenda fue fuerte: “¡Hombre de poca fe!, ¿por qué dudaste?”
Por el contrario, la santa del día de hoy, Lidia, y su familia fue la primera en Europa en convertirse al cristianismo y ser bautizada. Ella era de Tiatira (Asia) pero vivía en Filipos (Macedonia). Como comerciante en púrpura (una riqueza en esa época, pues, dado que el tinte de la púrpura se extraía con muchas dificultades de cierto molusco, sólo una elite podía permitirse tener telas teñidas de ese color. Una mercader que vendiera ese tinte tan extremadamente costoso era rica) Ella usó su fortuna en obras de caridad, compartiendo con necesitados, trabajadores, allegados, como san Pablo y los primeros cristianos.
Fue por la predicación de san Pablo por la que se convirtió esta mujer. Pablo llegó allá en su segundo viaje misionero entre los años 50 y 53, en compañía de Silas, Timoteo y Lucas. El apóstol permaneció en casa de Lidia todo el tiempo que duró su predicación en aquella ciudad (cf. Hch 16, 14s.)
Lo que más sobresale junto a su sobriedad y generosidad es la fe y la hospitalidad de Lidia. Su casa se transformó en un centro de celebración e irradiación de la fe; una verdadera Iglesia domestica. Incluso después que Pablo y Silas fueron liberados de la prisión fueron de inmediato a casa de Lidia para ver y animar a los creyentes en Jesucristo.
Dios regale a muchas familias esos dones tan preciados como necesarios.
P. JL