P. José Luis Correa Lira
Por segundo año consecutivo, no podremos realizar hoy la tradicional romería a la Negrita, como cariñosamente la llama el pueblo creyente costarricense, Nuestra Señora de Los Ángeles, Patrona de Costa Rica, suya fiesta celebramos hoy.
En 3 ocasiones participé de noche en esa peregrinación, que reúne a más de 2 millones de personas, casi la mitad de todos los ticos. ¡Algo verdaderamente emocionante!
La Basílica acoge a los peregrinos y pasa lo que el Papa Francisco dice sobre los santuarios, especialmente los santuarios marianos, como lugar de culto, de oración, del silencio del corazón, de la celebración de los sacramentos, casa para los peregrinos y lugar de la misericordia.
En ese discurso dijo:
“Cuanta necesidad tenemos de los Santuarios en el camino cotidiano que la Iglesia realiza son el lugar donde nuestro pueblo se congrega para expresar su propia fe en la simplicidad (…) nuestros Santuarios son insustituibles porque mantienen viva la piedad popular, enriqueciéndola con una formación catequética que sostiene y fortalece la fe y al mismo tiempo, alimentando el testimonio de la caridad (…) Es triste cuando sucede que, a su llegada, no hay nadie que les dé la bienvenida y los acoja como peregrinos que han realizado un viaje, muchas veces largo, para llegar al Santuario. No puede suceder que se dé mayor atención a las exigencias materiales y financieras, olvidando que la realidad más importante son los peregrinos (…) Cuando estas personas, son acogidas, se vuelven más disponibles a abrir sus corazones y dejar que sean moldeados por la Gracia. Un clima de amistad es una semilla fecunda que nuestros Santuarios pueden sembrar en la tierra de los peregrinos, permitiéndoles recuperar esa confianza en la Iglesia que a veces puede haber sido decepcionada por la indiferencia recibida”. “La mayor parte de nuestros Santuarios están dedicados a la piedad mariana. Aquí la Virgen María abre los brazos de su amor maternal para escuchar la oración de cada uno (…)Aquí Ella sonríe dando consuelo. Aquí Ella derrama lágrimas con los que lloran. Aquí nos presenta a cada uno de nosotros al Hijo de Dios en sus brazos como el bien más precioso que toda madre posee. Aquí María se convierte en la compañera de camino de toda persona que eleva sus ojos a Ella pidiendo una gracia, segura de ser escuchada. La Virgen responde a todos con la intensidad de su mirada, que los artistas han sabido pintar a menudo guiados a su vez desde arriba en la contemplación”.
“Con las palabras del corazón, con el silencio, con sus fórmulas aprendidas de memoria de niño, con sus gestos de piedad todos deben poder ser ayudados a expresar su oración personal. Son muchos los que vienen al Santuario porque necesitan recibir una gracia, y luego vuelven para agradecer por haberla experimentado, a menudo por haber recibido fortaleza y paz en la prueba. Esta oración hace que los Santuarios sean lugares fecundos, para que la piedad del pueblo sea siempre alimentada y crezca en el conocimiento del amor de Dios (…) cuando la misericordia es vivida, se convierte en una forma de evangelización real, porque transforma a los que reciben la misericordia, en testigos de la misericordia. En primer lugar, el sacramento de la Reconciliación, que tantas veces se celebra en los Santuarios, necesita sacerdotes bien formados, santos, misericordiosos, capaces de hacer gustar el verdadero encuentro con el Señor que perdona. Espero que nunca falte la figura del Misionero de la Misericordia especialmente en los Santuarios, (…) las obras de misericordia piden ser vividas de manera especial en nuestros Santuarios, porque en ellos la generosidad y la caridad se realizan de manera natural y espontánea como actos de obediencia y amor al Señor Jesús y a la Virgen María”.
Ojalá eso lo puedan volver a experimentar esos millones de romeros en la Basílica en Cartago y en todos los demás Santuarios Marianos, entre ellos los de Schoenstatt.
Bendiciones
P.JL