P. José Luis Correa Lira
Hoy se celebra el ‘Día de los(as) abuelos(as) y del Adulto mayor.’
Esta jornada, instituida por el Papa Francisco, que por su edad también está en ese segmento etareo, nos invita a agradecer y aprender de ellos, a tenerles respeto reverencial y prestarles las ayuda y auxilios materiales y espirituales posibles, como puede ser: visitarlos, llamarlos, sacarlos a pasear, etc…
En su Mensaje el Papa, cita al profeta Joel: “‘Sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones’ (3,1). El futuro del mundo reside en esta alianza entre los jóvenes y los mayores (…) los jóvenes, pueden tomar los sueños de los mayores y llevarlos adelante.”
Y expresa el deseo “¡Que cada abuelo, cada anciano, cada abuela, cada persona mayor — sobre todo los que están más solos— reciba la visita de un ángel! A veces tendrán el rostro de nuestros nietos, otras veces el rostro de familiares, de amigos de toda la vida o de personas que hemos conocido durante este momento difícil (…) hemos aprendido a comprender lo importante que son los abrazos y las visitas para cada uno de nosotros.”
A los abuelos y adultos mayores les dice: “No importa la edad que tengas, si sigues trabajando o no, si estás solo o tienes una familia, si te convertiste en abuela o abuelo de joven o de mayor, si sigues siendo independiente o necesitas ayuda, porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos. Es necesario ponerse en marcha y, sobre todo, salir de uno mismo para emprender algo nuevo.”
Y es muy bonito como se refiere al Papa emérito Benedicto XVI, “santo anciano que continúa rezando y trabajando por la Iglesia: «La oración de los ancianos puede proteger al mundo, ayudándole tal vez de manera más incisiva que la solicitud de muchos.”
Crecí en la casa de mi abuelo materno, ‘el Tata’, y aprendí muchísimo de él. ¡Vivió 97 años! Y le tocó experimentar gran parte de los cambios del siglo XX: Fue a Europa, concretamente a Estrasburgo, poco después de terminada la Primera Guerra Mundial. De ahí que muchas veces hablábamos en francés.
¡Cuántas anécdotas de su época de militar (general de ejército), de su maestría en la equitación, etc.!
Tuve el privilegio de acompañarlo cuando enfermó y ayudarlo a aprender a caminar de nuevo. Atenderlo en sus necesidades básicas fue para mí todo un honor y un gran aprendizaje.
Guardo, además de los imborrables recuerdos, su anillo de matrimonio y su sable de general. Dos símbolos que aprecio mucho por su significado.
Dios nos bendiga con abuelos(as) así como el que tuve. Y nos regale, sobre todo a la generación más joven, no olvidar que de ellos tenemos mucho que recibir también en su ancianidad.
P. JL p.jlcorrealira@gmail.com