P. José Luis Correa Lira
El calendario litúrgico nos permite hoy celebrar al unísono a los padres de santa Teresita de Lisieux, los también santos Luis Martín y Celia Guérin. Matrimonio cristiano católico ejemplar.
De las cosas novedosas, casi revolucionarias que introdujo el Papa Francisco al canonizarlos en una misma celebración litúrgica el 18 de octubre de 2015 (el Papa emérito Benedicto XVI los beatificó el 19 de octubre de 2008), fue haber fijado como fecha de su memoria litúrgica el día en que se casaron.
En su homilía de la Misa de canonización dijo el Papa Francisco:
“Los santos esposos Luis Martin y María Azelia Guérin vivieron el servicio cristiano en la familia, construyendo cada día un ambiente lleno de fe y de amor; y en este clima brotaron las vocaciones de las hijas, entre ellas santa Teresa del Niño Jesús.”
El Prepósito General de la Orden del Carmen, P. Saverio Cannistrà, escribió una carta a la orden con motivo de la canonización de Luis y Celia Martin, de la cual comparto las líneas fundamentales:
“La canonización de los cónyuges Martin es un signo de los tiempos que nos tiene que interpelar profundamente (…) ¿En qué sentido su matrimonio y la historia de su familia pueden ser ejemplares para nuestros días cuando el modelo mismo de familia y la praxis prevalente están tan lejos de lo que ellos creían y vivían? (…) Si observamos de cerca la vida de la familia Martin, vemos a un hombre y a una mujer que vivieron una historia común, marcada por acontecimientos con los que todavía hoy nos podemos identificar, porque son sencillamente humanos: no son jovencísimos según el standard de la época (cuando se conocieron –y pocos meses después se casaron– ella tenía 27 años y él 35), se unen en matrimonio y ponen en común sus vidas, aprendiendo día tras día a compartir las capacidades, las responsabilidades, las cargas, las alegrías y las penas. (…) Sus trabajos respectivos garantizaban un cierto nivel de vida, que (…) vivían sin ostentación ni aprensión (…) Trabajar los dos, concebir nueve hijos, cuidarlos, afrontar el luto por la muerte de cuatro de ellos en una tempranísima edad, no fue ciertamente fácil, sobre todo para Celia, mujer emprendedora, que tenía la responsabilidad de dar trabajo, y por lo tanto sustento, a sus empleadas y a sus familias. Luis estuvo siempre a su lado llevando las cargas con su mujer, con serenidad y delicadeza, apoyándola con su presencia y optando (…) por dejar su trabajo para atender las exigencias de su mujer, que veía cada vez más cansada, y ayudarla a sacar adelante su empresa, sobre todo cuando irrumpió la enfermedad que le afectó de joven, llevándola a la muerte en el 1877, cuando solo contaba 46 años. Luis se encontró (…) viviendo su condición de viudo hasta la muerte, (…) Se ocupó de las cinco hijas y de su educación (…) Las cinco entraron en el monasterio (…)
Dos elementos que nos hacen actuales para ilustrar como puede «funcionar» una relación de amor y poder decir así una palabra a las parejas, sobre todo jóvenes, que están desanimadas ante el ejemplo de tantos naufragios y, aun conservando en el corazón el deseo, no creen que sea posible la fidelidad, resignándose de esta forma a una forma mediocre de vida.
– El primer elemento es vivir el encuentro con el otro y el matrimonio como vocación. (…) percibiéndose como un don que viene de Dios y aprendiendo a mirar al otro como rostro del amor del Padre, es cuando es posible construir la propia casa con un fundamento estable.
– El segundo elemento es la consecuencia directa de esta mirada y apertura de corazón: vivir la relación con su propia mujer /con su proprio marido en clave de amistad. La estima y el respeto que brotan de la espontaneidad de reconocerse gratuitamente como aliados y del gusto de ser una ayuda el uno para el otro, aportan la paciencia, la humildad, la tenacidad, la ternura, la confianza y la curiosidad necesarias para que la relación no degenere en la búsqueda de sí mismo en el otro, en el intento de ejercer un poder, en el desgaste de lo
repetitivo (…) Al principio para Celia y Luis vivir el matrimonio y abrirse a la vida no fue fácil (…) Fue la sinceridad de su mutua búsqueda la voluntad de Dios y la docilidad a los consejos de un sacerdote que los acompañaba, lo que les ayudó a comprender la belleza de la vocación matrimonial, pues pensaban vivir en la continencia (…) algunos aspectos centrales del modo de vivir la relación con los hijos, que hoy las familias necesitan redescubrir: el nacimiento de un hijo como un regalo, siempre (…) Educar significa iniciar en el conocimiento del propio origen bueno, el Padre, enseñar a desear el cielo y a vivir la existencia (…) como una preparación (…) Todo esto es convincente y se convierte en una verdad que plasma la conciencia y da fuerzas para el camino, cuando los hijos pueden verlo y casi respirarlo en la carne de los propios padres como algo que da sentido al tiempo y a las actividades. El aspirar de Celia a la santidad, para sí misma y para sus seres queridos, era constante (…): «Quiero ser santa: no será fácil, hay mucho que limar y el tronco está duro como una piedra. Hubiera sido mejor empezar antes, cuando era menos difícil, pero, al final: “es mejor tarde que nunca”» (…) Conocemos bien, por el testimonio de santa Teresita, la gran intimidad de Luis con Dios y de qué modo lo reflejaba en su rostro: (…) « me bastaba mirarlo para saber cómo rezan los santos» (…) La familia puede recuperar así su característica original, a menudo poco reconocida en nuestros días, la de ser «el primer lugar donde aprendemos a comunicar» (…) La atención al otro y la gratitud para ser como cada uno es, ejercitada en la relación conyugal y que revierta en el cuidado para el crecimiento moral y espiritual de los hijos, tenía en la familia Martin un importante complemento: la caridad generosa, la acogida de los pobres, la atención a quien está en necesidad. El amor a Dios, cuando existe, es inseparable del amor al prójimo y, en modo especial, hacia quien tiene necesidad de ayuda. Son muchos los episodios en los cuales aparece con claridad en la vida de Celia y Luis la belleza de esta atención al prójimo – empezando por las obreras que trabajan en su fábrica de bordados, a quien trataba como hijas (…) La paz interior, la confiada tenacidad a la hora de asumir positivamente los desafíos que la vida nos pone delante, la capacidad de vivir las relaciones con generosidad poniendo en el centro al otro en su unicidad, que caracterizaron la experiencia matrimonial de Luis y Celia y su relación con los hijos, no son fruto de gracias especiales o de experiencias místicas. Brotan, más bien, de tomar en serio la voluntad de Dios (…) recibiendo diariamente la gracia del sacramento eucarístico y reforzando su unión con Jesús en la adoración de su amor fiel y ofrecido constantemente en la Hostia Consagrada, orando personalmente y como familia reunida en torno a la Virgen María, participando en la actividad caritativa de la parroquia con gozosa disponibilidad aún en medio de muchos compromisos. Y en todo esto tener siempre tiempo para escuchar a las hijas, dispuestos a corregirlas con firmeza y suavidad, narrarles la vida de Jesús, cuidar de su interioridad haciendo espacio a Dios con una disposición de confiado abandono a su presencia misteriosa y concreta. Sentirse mirados con admirado estupor y respetados en su propia individualidad irrepetible, reconocidos como un bien incondicional, incluso cuando la propia condición fuera fuente de sufrimiento, es un patrimonio de bienestar y positividad impagable e indestructible para la persona que lo recibe. Es la experiencia humana que más se acerca a la mirada de Dios y que por eso abre la puerta del corazón y le permite recorrer los caminos de la santidad, como la historia de esta familia muestra claramente (…) redescubrir la familia como sujeto imprescindible para la evangelización y escuela de humanidad.”
Dios nos siga bendiciendo con santos matrimonios y santas familias.
P. JL p.jlcorrealira@gmail.com